martes, 7 de febrero de 2017

RECOBRAR LA MENTE

La mayor parte del tiempo la gente vive en los pensamientos de su mente o en la mente subcons­ciente. Llegan a ser lo que son sus pensamientos. Experimentan dolor o placer, experimentan enemis­tad, celos, orgullo o cualquier otra cosa. Yo no doy ninguna importancia a esta clase de estado. Cual­quiera que sea el pensamiento que aparece en mi mente, no le doy ningún valor. No me identifico con estos pensamientos. Ni siquiera pienso que sean míos. Permanezco como testigo de todos los pensamientos que aparecen en mi mente.

SWAMI MUKTANANDA

En el sendero de la evolución de la conciencia, la madurez interior y la integración psíquica, la mente puede ser un gran escollo. De hecho, por lo general lo es. Como durante años no hemos cultiva­do, atendido y cuidado la mente, ésta se ha ido dispersando, dete­riorando y neurotizando. La mente ha enfermado, se ha cristaliza­do, ha entrado en un circuito viciado de reactividades que se retroalimentan creando confusión, desorden, insatisfacción y caos. Una mente así genera sufrimiento, tensión, división y conflicto. Es la mente de la gran mayoría de los seres humanos, que engendra avidez, ira, celos, envidia, vanidad, agresividad y otras trabas. Esta mente se nos impone, nos limita, esclaviza y embota. Esta es preci­samente la mente que hay que cambiar, modificar, transformar. Porque:
—   La misma mente que es enemiga, puede ser amiga.
—   La misma mente que es un obstáculo, puede convertirse en aliada.
—   La misma mente que ata, es la que libera.
—   La misma mente que es un impedimento, es una preciosa herramienta para la autorrealización.
Todo se vive, se piensa, se siente y se hace con la mente. Luego, ¡cuan importante es la mente! Pero todo depende de qué enfoque, alimento y atención concedemos a la mente. Para bien o para mal, es una energía poderosa. No nos puede extrañar que los antiguos maestros de Oriente, y especialmente de la India, concibieran y en­sayaran numerosísimos métodos y técnicas para la purificación, con­trol, desarrollo y expansión de la mente. Hay un adagio que reza:
«Si pierdes la mente, te conviertes en un loco o en el Divino».
Si pierdes la mente, sin control; sin voluntad, sin lucidez, por­que la mente entra en el caos total y se extravía, te conviertes en un loco, un esquizofrénico. Pero si pierdes la mente vieja, con to­dos sus venenos y obstrucciones, sus adoctrinamientos e incorrectos enfoques, sus acumulaciones y condicionamientos, te conviertes en lo Inmenso, lo incondicionado. Hay muchas cosas que desalojar de la mente, para que pueda sobrevenir el espacio de quietud perfecta y silencio revelador. A menudo la mente es una pesadilla, un far­do, un cementerio doloroso. Ni siquiera permite el verdadero senti­miento de amor y compasión. Es una mente contraída, egocéntrica y falta de creatividad, frescura y vitalidad. Es un obstáculo en la búsqueda de nosotros mismos y en la búsqueda de los demás. So­bre esa mente confusa y caótica hay que trabajar. La alquimia se tiene que celebrar en su escenario. Hay muchas cosas que limpiar en la mente y mucho que drenar en su subconsciente.
Las enseñanzas y técnicas que he recogido en esta obra son las de los grandes maestros de Oriente y se han venido utilizando desde tiempos inmemoriales por los yoguis, budistas y otros sistemas liberatorios. La iluminación está potencialmente en la propia men­te. De la misma forma que potencialmente todos estamos prepara­dos para aprender un idioma, practicar un deporte o desarrollar una habilidad, todos podemos desenvolver nuestra semilla de ilu­minación si nos aplicamos seriamente a ello. Habrá que empezar por mudar la mente, convirtiendo su oscuridad en conocimiento y reorientándola para que deje de perseguir lo aparente y reencuentre lo esencial. En suma, hay que «recobrar» la mente pura, inocente y sin heridas, libre y perceptiva, realmente sana y creativa. Entonces desaparecerá el desasosiego y el desorden y dejaremos de estar a merced de una mente insatisfecha, hostil y caótica.
Incluimos en esta obra dos importantes apéndices: uno sobre las enseñanzas del buscador, al que llamamos guerrero espiritual; y otro que expone algunos relatos indios que reflejan perfectamente y en pocas palabras la naturaleza de la mente y que ofrecen signifi­cativas pautas para el autodesarrollo.
Recobrando la mente sin trabas ni impedimentos, recuperare­mos un especial sentido para la relación con nosotros mismos, con la vida y con todas las criaturas sentientes. Debemos utilizar la men­te para progresar interiormente y poder hallar una armonía interior que nos permitirá vivenciarnos y vivenciar la existencia de una ma­nera más plena. La mente es la barca de la orilla de la ignorancia a la del Conocimiento. Si hace agua, naufragaremos en la travesía. Debemos cultivar la mente como si de una orquídea se tratara.


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