Aquietar la mente no es fácil.
Todo el que lo intente comprobará en seguida cuan difícil resulta, porque la
mente ha entrado en una dinámica de agitación y compulsividad. Es por esta
razón que en Oriente han surgido tantas técnicas y métodos de aquietamiento
mental, tantos procedimientos para poder ir induciendo a la mente a un estado
de remansamiento y quietud. Han florecido métodos que inciden sobre el sistema
nervioso para pacificar la mente, y otros sobre la mente de modo directo. Los
seres humanos con inquietudes místicas, buscadores de la mente original, en su
empeño por recobrar esa mente silente e iluminadora, han ensayado infinidad de
métodos para conducir la mente a un estado supraconsciente o, cuando menos,
capaz de facilitar una percepción diferente a la ordinaria. Se trata así de
provocar estados alterados de la conciencia y, más aún, estados muy superiores
de la conciencia. Para ello se han ensayado, entre otros métodos:
— La danza que produce trance
y éxtasis.
— Movimientos corporales
especiales para inducir la mente a otros estados.
— Rituales y ceremonias para
conectar la mente con otras realidades.
— Determinados cánticos y
músicas.
— Posiciones corporales
estáticas (asanas) acompañadas de una adecuada respiración y concentración.
— Técnicas de control
respiratorio.
— Técnicas de relajación
profunda y autoinmersión.
— La erótica mística.
— El japa o recitación de fonemas
místico esotéricos (mantras).
— La meditación en sus muy
variadas formas.
En mi obra Ante la ansiedad he
hecho una detallada descripción de las principales posiciones corporales
estáticas, las técnicas respiratorias y varios métodos orientales y occidentales
de relajación profunda. En esta obra mostraré la relajación profunda como método
para recobrar la mente pura, y describiré una técnica de autoinmersión
utilizada por los yoguis desde tiempos inmemoriales para viajar al otro lado de
la mente.
La relajación profunda
Se puede llegar a la mente a
través del cuerpo. Mediante la detención del organismo y su completa
relajación se va disponiendo la quietud de la mente y la supresión de las
modificaciones mentales. Además de todos los numerosos efectos fisiológicos,
psicológicos y mentales que se desprenden de la relajación y los cuales ya
abordamos minuciosamente en Ante la ansiedad, la práctica de la relajación es
un medio muy eficaz para ir silenciando la mente y estableciéndonos en la raíz
o fuente del pensamiento, desarrollando así una mente quieta y silente. A mayor
relajación neuromuscular, más fácil detener los torbellinos psicomentales y
hallar el ángulo de quietud total.
Los yoguis fueron los primeros
en utilizar la práctica de la relajación consciente. Todos los métodos
posteriores, incluidos por supuesto los occidentales, se inspiran en la
relajación yóguica.
Mediante la relajación
consciente vamos aflojando lúcida y conscientemente todas las zonas del cuerpo;
vamos progresivamente descontrayendo y relajando. Para ello hay que ir afinando
la captación de cada área del cuerpo e insistir en relajarla. En la medida en
que uno se entrena, se consigue una relajación cada vez más profunda y no sólo
a nivel periférico o superficial. La relajación tiende así un puente entre el
cuerpo y la mente, sincroniza la unidad psicosomática y desarrolla la
concentración en grado sumo mediante la percepción de sensaciones. Se pueden
obtener grados muy profundos de relajación, y a través de la relajación corporal
se va logrando una total unificación de la conciencia y estados de notable
absorción mental. En Occidente se ha utilizado la relajación para evitar las
tensiones neuromusculares y con fines más o menos terapéuticos, pero en la
India los yoguis la han venido utilizando como método de interiorización y
aquietamiento del órgano psicomental, pudiendo así desalojar la mente de toda
idea y mantenerla en un estado de máxima quietud.
Mostramos los preliminares,
los requisitos y el método:
·
Elija una habitación tranquila, evitando ser molestado, con una luz
tenue.
·
Disponga de una superficie que no resulte ni demasiado blanda ni
demasiado dura, pudiendo ser: una alfombra, una moqueta o una manta doblada en
cuatro.
·
Cuide de que la temperatura de la habitación sea tibia o arrópese para
no sentir frío.
·
Use prendas cómodas y holgadas.
·
Practique mejor con el estómago vacío.
·
Extiéndase en la superficie seleccionada sobre la espalda.
·
Coloque la cabeza en el punto de mayor comodidad, los brazos a ambos
lados del cuerpo, las piernas ligeramente separadas, los párpados cerrados.
·
Practique una respiración pausada y uniforme, por la nariz. Si
espontáneamente le es fácil hacer una respiración abdominal, adóptela.
·
Dirija la atención mental a los pies y las piernas; sienta estas zonas y
relájelas tanto como pueda. Afloje todos los músculos de los pies y de las
piernas.
·
Sitúe la mente en el estómago y en el pecho. Vaya aflojando toda la
musculatura del estómago y del pecho, más y más, profundamente, profundamente.
·
Tome lúcida conciencia de la espalda, los brazos y los hombros. Relaje
todos los músculos de estas zonas; siéntalos flojos, sueltos, muy relajados,
más y más relajados.
·
Fije la atención en el cuello e insista en aflojarlo más y más, más y
más.
·
Ahora vaya revisando atentamente las distintas partes de la cara. Sienta
la mandíbula y suéltela; afloje las mejillas, los párpados y los músculos de la
frente. Relaje más y más todos los músculos de la cara.
·
Una vez concluido este recorrido de abajo arriba, relajando progresivamente
las diferentes zonas del cuerpo, proceda a la inversa. Relaje más y más toda la
musculatura de la cara, el cuello, los brazos y la espalda, el pecho y el
estómago, las piernas y los pies. Sienta y afloje; sienta y afloje, más y más,
profundamente.
·
Si es necesario, siga recorriendo el cuerpo hasta que lo sienta más y más
relajado. Se puede invertir por sesión de veinte minutos a una hora. Día a día
irá logrando percibir mejor el cuerpo e irlo relajando en total profundidad. Es
sólo cuestión de adiestramiento.
·
Tras haber hecho dos o más recorridos sintiendo y aflojando las distintas
partes del cuerpo, compruebe qué zona o zonas permanecen todavía en tensión,
sitúe en ellas la mente e insista en sentir y aflojar, sentir y aflojar más y
más. Siga profundizando. Cuando adquiera práctica, no será ya necesario hacer
varios recorridos, ni siquiera uno. Podrá relajar simultáneamente todo el
cuerpo en poco tiempo y luego seguir profundizando para alcanzar niveles más
hondos.
·
Sienta la respiración y el vientre. Déjese llevar por la respiración y
aproveche cada exhalación para soltarse más y más, más y más. Al ir soltando el
aire, siéntase flojo, suelto, distendido.
Con el cuerpo totalmente
relajado, puede proceder con la mente del siguiente modo para evitar
divagaciones mentales que vuelvan a tensarle:
• Concentrando la mente en el
abdomen.
• Aplicando el ejercicio de la
noche mental.
• Concentrando la mente en la
sensación táctil de la respiración en la nariz.
• Dejando la mente en la total
sensación de relajación profunda.
• Aplicando una de las
visualizaciones que se recogen en el apartado de técnicas de visualización.
• Cuando vaya a abandonar la
práctica de la relajación, formúlese tal propósito, respire varias veces en
profundidad y comience a mover lentamente las diferentes partes del cuerpo,
evitando incorporarse abruptamente.
Durante la relajación profunda
pueden presentarse diferentes fenómenos, vivencias o síntomas que en absoluto
deben alarmarle. Entre otros:
— Sensación de peso, de calor
o de frío.
— Hormigueo, cosquilleo.
-- Pérdida de la noción del
tiempo o del espacio.
— Pérdida de la noción del
propio cuerpo o de una parte del mismo.
— Sensación de precipitación.
— Sensación de desdoblamiento
o desplazamiento.
Autoinmersión
La autoinmersión es como un
viaje a lo más profundo de uno mismo. Se puede realizar partiendo de la
relajación profunda, en la postura de decúbito supino, o en actitud de
meditación, pero para aquel que no tiene mucha práctica es más sencilla la
primera forma. La interiorización plena o autoinmersión consiste en irse retirando
por completo de los órganos sensoriales, silenciar todas las actividades
psicofísicas y enfocarse hacia lo más profundo en uno mismo. Es como ir bajando
o descendiendo más y más hasta lo más abismal en uno mismo, con ese sentimiento
de internamiento por un lado y alejamiento del exterior, el propio cuerpo y el
espacio mental por otro, dejando atrás todo ello. La conciencia, pues, se
enfoca hacia adentro, se retrotrae, y permanece unificada hacia su propia
fuente. Cuando esta técnica se domina desprende los siguientes efectos:
— Tranquiliza
extraordinariamente el cuerpo en minutos, evitando crispaciones y tensiones y
logrando una profundísima y total relajación neuromuscular.
— Sincroniza la unidad
psicosomática.
— Suprime las ideaciones en la
mente.
— Nos conecta con nuestro
ángulo de quietud más íntimo.
Para llevar a cabo la
autoinmersión o interiorización total, efectúe primero la relajación profunda,
como se la hemos explicado en el apartado anterior. Después de haber relajado
el cuerpo, proceda de la siguiente manera:
— Sitúe un tiempo la mente en
cada uno de los pies y afloje más y más, penetrando.
— Coloque la mente en cada una
de las piernas un tiempo y sienta en profundidad, penetre, para soltar y
soltar.
— Sitúe la mente en el vientre
y en el estómago y penetre con la conciencia, aflojando profundamente.
• Coloque la atención en el
pecho, profundice tanto como pueda y relaje en la mayor profundidad posible.
• Deposite la atención en una y
otra mano sucesivamente, sienta en profundidad, penetre y afloje.
• Proceda de igual modo con
uno y otro brazo y con uno y otro hombro.
• Sitúe el foco de la
conciencia en la espalda y penetrando afloje.
• Sienta el cuello, profundice
y relaje, relaje.
• Vaya colocando la mente en
cada zona de la cara, sintiendo en profundidad, penetrando y aflojando.
Hasta aquí ha intensificado al
máximo la relajación corporal, que es una base importante para la
interiorización, sobre todo cuando no se dispone de la práctica necesaria.
Ahora mire hacia adentro, vuelva la conciencia hacia lo interno y cultive un
sentimiento como de caída, descenso o precipitación en usted mismo, alejándose
más y más del mundo circundante, del cuerpo y de los pensamientos. Siéntase
caer y caer, bajar, proyectarse hacia lo más nuclear en usted mismo, hacia lo
más hondo, como si se deslizase por un pasadizo o túnel hacia lo más abismal en
usted mismo. Este sentimiento de descenso en uno mismo habrá que cultivarlo en
sesiones repetidas, para irlo intensificando e ir logrando esta bajada cada
vez más pronunciada en uno mismo y el alejamiento de todas las actividades
psicofísicas y del mundo exterior. Paulatinamente uno va aprendiendo a
interiorizarse más y más y a quedar absorto en lo más profundo de uno mismo. Si
se necesita, puede recurrirse a una imagen de caída, como si uno fuera una hoja
que fuera cayendo en uno mismo o un guijarro que fuera deslizándose por las
aguas de un estanque hacia el fondo o una imagen similar de auto-penetración.
Ese sentimiento de caída en uno mismo, con la conciencia enfocada hacia lo
interno, se va propiciando para lograr una desconexión de todo lo exterior y
permanecer en la profundidad de uno mismo, estimulando un sentimiento de
bienestar, calma imperturbable y quietud inamovible.
El practicante puede
permanecer unos minutos, media hora o más en ese estado de profunda, plácida y
reconfortante interiorización, la mente silente, recogido, absorto en su
propia naturaleza de ser.
Para abandonar la práctica,
uno se formula: «Voy a abandonar la interiorización», se hace el propósito y
empieza a efectuar respiraciones profundas, seguidas de lentos movimientos de
las diferentes zonas del cuerpo, hasta volver a la mente de superficie e incorporarse
sin prisas.
Cuando uno se ha entrenado lo
suficiente en la interiorización, ésta es posible en postura de meditación. Se
retrotrae la conciencia, se desconecta uno de las actividades sensoriales y va
depositándose en lo más profundo de sí mismo, cultivando un estado de calma
profunda y total.
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