Existen numerosísimas técnicas
basadas en la contemplación ecuánime, la observación y la perceptividad, pero
nos centraremos sobre:
— La contemplación del cuerpo
— La contemplación de la
mente.
— La contemplación de todos
los fenómenos psicológicos.
— La meditación ambulante.
Todos estos métodos
meditacionales de contemplación u observación exigen una pura y muy alerta
percepción desde la ecuanimidad más firme, es decir, evitando juicios,
interpretaciones y, en lo posible, reacciones. No hay que imaginar o proyectar,
sino contemplar o sentir. Cuanta mayor inmovilidad del cuerpo se logre, tanto
mejor, pero si hay que variar de postura, se debe tomar lúcida conciencia del
movimiento, efectuándolo con lentitud. Se trata de registrar lúcidamente, sin
necesidad de nominar y haciendo caso omiso de pensamientos o ideaciones. Es, en
suma, un alerta y ecuánime darse cuenta.
a) La contemplación del cuerpo
Adopte la postura de
meditación, aflójese y manténgase tan inmóvil como le resulte posible. Tome
plena conciencia de la postura del cuerpo y perciba todo su esquema corporal.
Sienta el cuerpo, desde la ecuanimidad, por partes y luego en bloque. La mente
totalmente enfocada sobre el cuerpo, evitando divagaciones y quedando absorta
en el propio organismo, sin demostrar ningún sentimiento de simpatía o
antipatía por lo que sienta y concienciando siempre cómo se halla situado el
cuerpo. Puede proceder con el ejercicio de diez a quince minutos.
b) La contemplación de las
sensaciones
En los ocho ejercicios de
contemplación de las sensaciones que mostramos a continuación debe estar muy
alerta, perceptivo y claro, evitando ideaciones o reacciones, dejando las
sensaciones en las sensaciones mismas, es decir, no interpretando ni
demostrando simpatía o antipatía por las mismas, aplicándose al ejercicio con
el mayor rigor, pero desde la calma profunda. No imagine, no proyecte, no
piense, sienta con lucidez.
Cada uno de los ejercicios que
se muestran a continuación son independientes, aunque se puede concatenar uno
con otro si se desea, pero no mezclar. Se puede uno aplicar a una de estas
técnicas
de veinte minutos en adelante.
La inmovilidad favorece la captación de sensaciones. Las sensaciones pueden
ser placenteras, displacenteras o neutras, pero el meditador no debe demostrar
gusto o disgusto por ellas, aunque sí percibir de qué tipo son.
• Manténgase en una actitud de
máxima receptividad, captando, de momento en momento, las sensaciones que van
surgiendo en el cuerpo. No las busque directamente, no las persiga; solamente
permanezca muy atento y ecuánime registrando, con la pura toma de conciencia y
sin nominaciones, las sensaciones que vayan surgiendo, tanto las burdas como
las sutiles. Usted permanece en el puesto de observador atento y ecuánime, imperturbado,
concienciando lúcidamente las sensaciones que van brotando. Uno puede
centrarse sólo en las sensaciones físicas o, también, contemplar los contenidos
mentales y distracciones que se. presentan e incluso, con mucha práctica, las
reacciones e intenciones, ampliando así la contemplación a las actividades
psicofísicas en su conjunto.
• Se seleccionan algunos
puntos del cuerpo que van a servir como soporte para sentir en esas zonas las
sensaciones. Un ejercicio muy clásico es tomar como soporte de captación las
siguientes seis zonas: las dos orejas, las dos manos y los dos pies, y se van
sintiendo sucesivamente y en rotación de izquierda a derecha. Vaya desplazando
el foco de la atención a la oreja izquierda, la mano izquierda, el pie
izquierdo, el pie derecho, la mano derecha y la oreja derecha y así
sucesivamente. Se va colocando la mente unos segundos en cada zona y se trata
de sentirla tanto como sea posible, pero con ecuanimidad, sin reacciones, sin
análisis ni denominaciones.
• Recorrido del cuerpo
anterior y posterior: Se va desplazando el foco de la atención por la zona
anterior del cuerpo, partiendo de la cima de la cabeza: rostro, pecho, zona
anterior de los brazos, vientre, zona anterior de las piernas. Se desciende,
pues, captando sensaciones, pero no imaginándolas, desde la cima de la cabeza
hasta el dedo grueso del pie. A continuación se hace el recorrido desde el
talón del pie hasta la cima de la cabeza, ascendiendo por la zona posterior del
cuerpo: parte de las piernas, nalgas, espalda,
zona posterior del cuello y
occipucio, hasta la cima de la cabeza. A continuación se reemprende el
recorrido hacia abajo y luego, de nuevo, por detrás, hacia arriba. Se procede
así durante los minutos asignados a la práctica meditacional. Hay que mantener
en todo momento la atención y la ecuanimidad, afinando la toma de conciencia,
pero sin apego ni aversión.
• Recorrido del cuerpo de
arriba abajo: Vaya desplazando la mente por todas las zonas del cuerpo, sin que
ninguna pase inadvertida, desde la cima de la cabeza hasta el dedo grueso del
pie, con el máximo de atención y ecuanimidad, captando las zonas por las que va
pasando. Deslice la atención mental por la cara, la parte posterior de la
cabeza, un hombro, un brazo y mano; el otro hombro, brazo y mano, el pecho, la
espalda, el vientre, las nalgas, una pierna por todos sus lados y el pie, la
otra pierna y el pie. Concluido el recorrido, se pasa el foco de conciencia de
nuevo a la cima de la cabeza y se reemprende el siguiente recorrido. No hay prisas
ni urgencias ni se trata de sumar recorridos. Proceda con atención, calma y
ecuanimidad, sintiendo pero no imaginando. Cuando una parte no se siente, se
sabe que no se siente y se sigue adelante. Poco a poco irá sintiendo las
sensaciones y no reaccionando a ellas.
• Recorrido del cuerpo de
arriba abajo y de abajo arriba: Se procede como en el anterior ejercicio hasta
llegar a la punta del dedo grueso del pie. Cuando se finaliza el recorrido de
arriba abajo, en lugar de llevar en ese momento el foco de la atención a la
cima de la cabeza, se efectúa el recorrido a la inversa: una pierna hasta la
ingle, la otra pierna hasta la ingle, vientre, nalgas, pecho, espalda, una
mano, un brazo y hombro, la otra mano, el brazo y hombro, el cuello por todos
sus lados, la cabeza y cara por todos sus lados hasta la cima de la cabeza, y
se reemprende el recorrido.
• Recorrido del cuerpo de dos
zonas simultáneamente: Se trata de ir recorriendo el cuerpo, con mucha
atención, lucidez y ecuanimidad, tomando para ello dos zonas simultáneamente,
y pudiendo realizarse de arriba abajo, o de arriba abajo y de abajo arriba. Se
realiza del siguiente modo: Se coloca la atención en la cima de la cabeza y se
va desplazando lentamente y sin urgencia al mismo tiempo por:
La parte de delante de la cara
y el occipucio.
Los dos lados de la cara.
La zona anterior y posterior
del cuello.
Los lados izquierdo y derecho
del cuello.
Los dos hombros.
Los dos brazos.
Las dos manos.
El pecho y la espalda.
El vientre y las nalgas.
Las dos piernas.
Los dos pies.
Se procede así, ya sea
haciendo el ejercicio sólo de arriba abajo, o de arriba abajo y de abajo
arriba, sintiendo tanto como sea posible, pero sin reaccionar. Cuando una zona
no se sienta, se sabe que no hay sensación y se sigue adelante.
• Recorrido de la columna
vertebral: Partiendo de la cima de la cabeza, vaya desplazando la mente, con
mucha atención y ecuanimidad, por la columna vertebral, paso a paso, sin
prisas ni urgencias, hasta llegar a la base de la misma. A continuación, vaya
subiendo lentamente por la columna vertebral, sintiéndola paso a paso. Cuando
no sienta una zona, se sabe que no se siente y se prosigue. Mucha atención y
mucha ecuanimidad.
• Recorrido del cuerpo en
espiral: Vaya recorriendo el cuerpo con el foco de la atención como si lo fuera
vendando, rodeando y sintiendo, desde la cima de la cabeza a los pies. Se va
deslizando la mente con lentitud alrededor de toda la cabeza, cuello, tórax y
espalda, cada uno de los brazos y manos, el vientre y las nalgas y cada una de
las piernas y pies. Se puede hacer el recorrido de arriba abajo, o de arriba
abajo y de abajo arriba, sintiendo, pero no imaginando ni denominando.
c) La contemplación de la
mente
Este es un soberbio ejercicio.
Adoptada la postura seleccionada para la meditación, enfóquese sobre su propio
espacio mental, pero tomando cierta distancia de él y manteniéndose firme en
el observador. Contemple, con mucha atención, desapego y ecuanimidad, sin
aprobar ni desaprobar, ni aceptar ni rechazar, todo aquello que vaya surgiendo
y desvaneciéndose en la mente. No intervenga para propiciar los pensamientos ni
para suprimirlos. Limítese a ser un testigo implacablemente atento y
desapasionado de todo lo que desfila por su mente, ya sean ideaciones,
imágenes, recuerdos, proyectos, emociones o estados anímicos. No juzgue, no
analice; observe. Si la mente se queda en silencio, contemple su silencio; si
comienza a funcionar, véala funcionando. No se deje implicar y menos enganchar
o arrastrar por los pensamientos; pero si sucede, en cuanto lo descubra,
retrotráigase a su puesto de observador.
d) Contemplación de los fenómenos psicofísicos
Una vez que haya adoptado la
postura seleccionada para la meditación, debe convertirse en un muy atento y
ecuánime espectador de todos los fenómenos que vayan surgiendo y
desvaneciéndose en su cuerpo y en su mente: movimientos, sensaciones,
pensamientos, estados anímicos, emociones. Sea testigo desapegado y muy
perceptivo de todos los procesos psicofísicos que vayan brotando. No demuestre
ninguna simpatía o antipatía, no juzgue, no analice. Permanezca muy alerta y en
calma profunda, como inafectado testigo que capta sin reaccionar.
e) La meditación ambulante
Es éste un ejercicio
meditacional muy interesante para ir percibiendo las sensaciones con el cuerpo
en movimiento. También las sensaciones mentales y no sólo las físicas. Esta
técnica es de gran utilidad para combinarla con la meditación sentada cuando se
llevan a cabo períodos intensos de entrenamiento. Existen diversos métodos de
marcha consciente y lúcida, pero haré referencia al que directamente he
aprendido de mi admirado amigo el monje budista cingalés Piyadassi Thera.
Consiste en:
• Tornar conciencia de que uno
se va poniendo de pie al hacerlo. Se juntan los pies.
• Se dejan los brazos sueltos
a lo largo del cuerpo y se toma conciencia de la postura.
• Se adelanta lentamente el
pie izquierdo, tomando conciencia del movimiento, sin despegar la punta del
suelo. Un pie va lentamente siguiendo al otro. Cabeza y tronco erguidos.
• Se va tomando lúcida
conciencia de las fases que cubren cada pie y que son: levantar (sin hacerlo
con la punta), desplazar y contacto al apoyar de nuevo la planta del pie. Es
decir: levantar desplazar contacto. Hay que experimentar lúcidamente las tres
fases: levantar, desplazar, contacto.
• Al llegar al final del
recorrido y cuando se hace necesario ya dar la vuelta, se va girando
lentamente, con plena conciencia del movimiento. Cuando uno se detiene, se toma
conciencia de la detención y también, previamente, de la intención de
detenerse. Cuando uno va a comenzar a caminar, se toma conciencia de la intención
de comenzar a caminar y de cómo se comienza a caminar. Si surgen distracciones,
puede uno fijar unos instantes la mente en la respiración, tomando conciencia
de su sensación táctil.
• Al ir a suspender la marcha,
se toma conciencia de tal intención y de la suspensión de la misma. Se toma
conciencia de cada movimiento cuando uno regresa a la posición de meditación
sentado; conciencia de cómo uno se agacha y adopta la postura meditacional.
También se puede tomar
conciencia de los procesos mentales que surjan. No se juzga, ni analiza, ni
denomina, sólo se siente con plena y ecuánime atención.
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