martes, 7 de febrero de 2017

Técnicas de silencio interior y ensimismamiento

Existen numerosas técnicas para ir suprimiendo las ideaciones de la mente, retrayéndose de los órganos sensoriales y absorbiéndose en la quietud total y el perfecto silencio interior. Algunas de las técni­cas más fiables y antiguas son las que incluimos.

a) La meditación del silencio
Adopte la postura de meditación seleccionada. En primer lugar tome conciencia de su cuerpo y aflójelo tanto como le sea posi­ble. Conviértase en testigo de su propio cuerpo, pero mantenién­dose inafectado y sereno. Después sienta la respiración, contém­plela con profunda calma, observando cómo va y viene. Usted es el testigo impávido y calmo de su cuerpo y de su respiración; el espectador imperturbable y sereno. Siéntase más y más flojo, tranquilo, espectador atento y desapasionado, testigo siempre in­afectado.
Sea también testigo de su mente. En su espacio mental los pen­samientos se despliegan, vienen y van, pero usted los observa desde la calma profunda e imperturbada, sin dejarse implicar, ni arras­trar, ni distraer. Es usted el apacible testigo imperturbado del cuer­po, la respiración y la mente, pero más allá del cuerpo, la respira­ción y la mente. Nada le perturba.
Ahora retrotráigase, enfóquese hacia adentro, desconéctese de la vida cotidiana y no preste atención a la dinámica sensorial. Afló­jese hacia adentro, abandónese a su interioridad. No combata con­tra los pensamientos, sino que vaya retirándoles todo su interés, energía y atención, que debe poner hacia adentro. Sitúese en la fuente de los pensamientos, aflójese e interiorícese más y más, que­dando cada vez más absorto en su propia presencia de ser, interiori­zado, cultivando y recreando un estado de profunda quietud y si­lencio interno. No deje que los pensamientos, con su fuerza centrífuga, le saquen. No se exteriorice. Entre más y más en usted mismo, sintiéndose en lo profundo, deleitando un estado de silencio y quietud, en su propio proceso de ser y existir, más allá del cuerpo y la mente.
Este ejercicio puede efectuarse de veinte minutos en adelante.

b) La observación de los espacios en blanco en la mente
Enfóquese sobre su espacio mental. Tome conciencia de los pensa­mientos que surgen y se desvanecen, pero sobre todo trate de perci­bir los intervalos en blanco, los espacios, por cortos que sean, entre los pensamientos. Quizá sean muy fugaces, pero trate de captarlos y de prolongarlos tanto como le sea posible.

c) La mirada en el infinito
Tratando de parpadear lo menos posible, pero sin esfuerzos excesi­vos, pierda la mirada en el infinito, sin prestarle ninguna atención a los procesos mentales que puedan presentarse e ignorándolos por completo, pero no esforzándose en rechazarlos ni combatirlos. Dé­jese llevar por la mirada en el infinito, la respiración tranquila, la musculatura relajada al máximo. Paulatinamente el espacio mental se irá aquietando y vaciando. Deléitese en el estado y sensación de calma profunda, tranquilidad mental, vaciamiento.

d) Cortar de raíz los pensamientos
Permanezca muy atento, alerta, perceptivo. Enfoque la atención so­bre el espacio mental. No le haga el juego a los pensamientos, no se deje pensar ni llevar por ellos, no se someta a las ideaciones me­cánicas, sino que trate de erradicar el pensamiento en cuanto surja, córtelo en su misma raíz, niéguese a seguirle el curso. No importa que al cortar un pensamiento de raíz surja otro que también deberá cortar. No ceje en el empeño. Persevere. Permanezca en la energía del observador y guillotine cada pensamiento que brote, evitando sobre todo que forme un río de ideaciones.

5) Técnicas de meditación analítica
En este tipo de meditación se utiliza el pensamiento, pero no el pensamiento mecánico, repetitivo, cargado de parcialidad y pertur­bación, sino un pensamiento claro, lúcido, escueto, ordenado y controlado. Es el difícil arte de pensar, en lugar de ser pensado por los mecánicos pensamientos. El practicante debe utilizar el pensa­miento bien dirigido, subyugado, directo, escueto, lúcido, libre de interpretaciones personalistas y autorreferencias. Es difícil para la gran mayoría de los seres humanos en tanto la mente no ha sido ordenada con otros ejercicios meditacionales. Estos ejercicios consis­ten en pensar y discurrir lúcida y conscientemente sobre el tema se­leccionado. Referimos algunos temas de gran interés para el creci­miento interior y la evolución consciente.

a) El gran valor del nacimiento humano y la fortuna de haber sabido de la Enseñanza
Se reflexiona lúcidamente sobre los siguientes puntos:
• El valor del nacimiento humano, ya que así se cuenta con unas potencialidades anímicas y una conciencia para ser desarrolla­das y poder alcanzar la iluminación. Uno tiene en sus propias manos el poner las condiciones para crecer interiormente y des­arrollar factores de iluminación e ir completando el camino de realización.
• La fortuna de que ha habido grandes seres realizados y por tanto dispone de una Enseñanza fiable; y tiene la gran fortuna de encontrarla y poder aplicarla.
• Ya que uno ha tenido nacimiento humano y ha tenido la gran fortuna de hallar la Enseñanza, hay que darle prioridad total a la búsqueda interna y aprovechar para seguir un camino de reali­zación y recobrar la mente de sabiduría e iluminación.

b) La muerte
Se reflexiona sobre los siguientes puntos:
• La muerte es segura y alcanza a todos los seres semientes, porque todo lo constituido y compuesto tiende a desaparecer.
• La muerte es imprevisible y puede suceder en cualquier mo­mento, lugar o circunstancia, a cualquier edad.
• La muerte es siempre hoy, porque el día que se produzca no será mañana sino hoy.
• La muerte es irreparable y definitiva.
• La muerte es siempre un acto en solitario; es la propia muerte y ahí sí que nadie puede compartir o ayudarnos.
• Por tanto, hay que aprovechar la vida que, es corta, y distin­guir entre lo esencial y lo trivial, lo prioritario y lo accesorio, lo im­portante y lo mezquino, evitando apegos bobos y ñoños estados de ánimo, valorando mucho más a los seres humanos y a los seres que­ridos, que podemos perderlos o nos pueden perder en cada mo­mento; propiciando compasión y amor, y no llenando la vida de censuras, enredos, actos despiadados y necedades.

c) Lo necesario y bello del amor, la benevolencia, la compasión, la ecuanimidad y las emociones puras que, cultivadas por todos, cambiarían la faz del mundo

6. La meditación sobre mantras
No hay sonido más sutil que el original sonido cósmico, denomina­do en la India «Sabda» y del que parten todos los sonidos, desde los más sutiles a los más burdos, desde la primera pulsación vibración ultrasutil hasta la palabra. Un mantra es un fonema mís­tico que se utiliza para su recitación mental, semiverbal o verbal, a fin de cultivar la atención mental, unificar la conciencia, desper­tar energías aletargadas y estimular el sentimiento de cosmicidad.
Mediante el mantra, el meditador concentra la mente y se identifi­ca emocional y mentalmente con aquello que el mantra designa. La recitación tiene que ser muy atenta, pues de otro modo la repeti­ción mántrica se hace mecánica y se torna una adormidera. Hay que combinar, pues, la atenta recitación mántrica con el sentimiento de aquello que el mantra designa. Aunque hay innumerables mantras, el meditador suele servirse de mantras que desarrollen su senti­miento oceánico, el acrecentamiento y expansión de su conciencia, el retorno a su fuente o el establecimiento en su propia naturaleza real, aquella que es a la vez personal y transpersonal.
Cuando surgió el universo, emanó el sonido. El universo es vi­bración y no hay vibración que no genere sonido. Toda forma de vida provoca un modo de vibración de lo más sutil a lo más tosco. El sonido primordial es el sustratum de vibración de todo el univer­so. El mantra se utiliza como puente hacia la supraconciencia, hacia una percepción de orden superior, más allá de la mente dual. Con­centrando la mente en el mantra, se estimulan determinadas ener­gías latentes, se liberan nudos energéticos, se unifican las potencias de la mente, se reacondiciona positivamente el subconsciente, se es­timula la emoción positiva y se dispone la mente hacia una apertu­ra en lo inmenso. El mantra es un instrumento liberatorio, un so­porte del cultivo de la atención. Mediante la recitación mántrica lúcida y consciente, la mente se va desprendiendo de los objetos ex­ternos y se retrotrae sobre sí misma, conectando con la realidad más íntima, saturando la conciencia con su significado, combatiendo la dispersión mental y enfocando al meditador sobre su espacio inte­rior. En todas las tradiciones se ha utilizado el mantra, que debe ser recitado correctamente y, sobre todo, acompañado de genuina motivación. No cabe duda de que la eficacia de la recitación mán­trica será tanto mayor cuanto mayor sea la purificación de la mente, la intencionalidad mística, la genuina aspiración, la firme resolu­ción y la constancia en dicha recitación. El mantra también tiene una función de higienización mental y, atentamente recitado, pe­netra hasta las más profundas esferas del órgano psicomental, reo­rientando las energías emocionales hacia lo incondicionado. Así el mantra ayuda a drenar el subconsciente y a que el meditador se desplace de la mente caótica y superficial a la mente silente y pro­funda. Hay que recitar el mantra con actitud yóguica, con sincera motivación. La vibración mántrica va alcanzando el contenido men­tal, la psiquis e incluso todas las células del cuerpo. El mantra dis­pone de una capacidad transformadora, y deja impresiones y latencias positivas en la sustancia mental. Además, la recitación mántrica serena, tranquiliza. El mantra limpia las impurezas de la mente, filtra impresiones positivas al subconsciente, estimula la capacidad concentrativa, favorece la interiorización. El mantra tiene también el poder que uno quiera procurarle, el sentido que uno quiera pro­porcionarle. El mantra hay que revitalizarlo y energetizarlo median­te la asidua recitación. Así el mantra se torna un signo meditacional para reconectar con nuestro ángulo de quietud y estimular nuestro elemento vigílico. Existen numerosas modalidades de mantras, se­gún sus sílabas y aquello que designan, incluso según su propósito. Aunque se pueden utilizar diferentes mantras, el meditador que sea proclive a la recitación mántrica debe poner su énfasis en uno de ellos. En meditación utilizamos mantras que hacen referencia a lo Incondicionado, que designan lo Indefinible. El mantra deja su semilla en la mente profunda, y con la recitación esta semilla va germinando y desparramando su esencia por todo el órgano psico­mental. El mantra se torna vehículo hacia nuestro núcleo ontológico, recordatorio de nuestro espacio transpersonal. El mantra es por igual energía y sentimiento y va consiguiendo para la mente un es­tado especial de captación suprarracional.
Los mantras vibran en determinadas longitudes de ondas que afinan la conciencia y limpian la mente. Estas vibraciones que ema­nan del mantra se propagan por el cuerpo y la psiquis. El mantra es medio de acrecentamiento de la conciencia y recuperación de es­tadios más elevados de la misma. Los mantras utilizados para la meditación deben conectar la mente con el poder nuclear, el uno sin dos, lo incondicionado. La ciencia del mantra es muy vasta. Es el denominado mantra yoga o yoga del sonido. Aquellos que quie­ran profundizar más en el tema pueden consultar mi obra Los yogas esotéricos, que incluye un soberbio trabajo del médico y psicoana­lista Augusto Colmenares.
Haremos referencia a los principales mantras para la medita­ción. La recitación, como hemos indicado, puede ser verbal, semiverbal o mental. La mental es la más poderosa, pero a veces la ver­bal es la más sencilla y la que más atrapa la mente dispersa. El practicante puede optar por uno u otro método o combinarlos.

 

OM

Om es la vibración cósmica, el sonido de la energía universal que todo lo penetra, la sílaba mística con la que se designa al sustratum cósmico, la Totalidad, y que se halla desde lo más sutil a lo más burdo, desde lo más inmenso a lo más infinitesimal, incluso en los elementos subatómicos más minúsculos. Es el mantra de lo Inefa­ble, de lo Incondicionado. Evoca el Cosmos, la energía toda, y para los creyentes el Divino, la Mente Única, el Tao. Se puede recitar de muchas maneras; exponemos algunas de las más destacadas:
• Adoptada la postura meditacional, pase el aire por la nariz. Al inhalar, repita en la mente, alargándolo, OMMMM; al exhalar, repita en la mente, alargándolo, OMMMM. Así se recita, alargán­dolo, una vez el mantra Om por cada inhalación y una por cada exhalación, enfocando la mente allí donde el mantra brota y tratan­do de evocar su carácter de cosmicidad y plenitud, expandiendo la conciencia. Paulatinamente, el mantra se va adhiriendo a la mente y penetrando hasta lo más íntimo. También puede hacerse esta re­citación sin acomodarla a la respiración, repitiendo el mantra cada uno con el ritmo y frecuencia que más convenga, pero siempre con suma atención y evocando aquello que representa.
Se puede efectuar la recitación del mantra Om, propagando su vibración por los distintos centros de energía (base de la espina dor­sal, boca del estómago, corazón, entrecejo y otros) o por todo el cuerpo. También se puede hacer su recitación, visualizando el fone­ma como luz blanca y radiante, y asociándolo con la inhalación y la exhalación.

 

HAM SA

Es el sonido de la respiración, el mantra del proceso de inhalación y de exhalación, el manirá natural y espontáneo que todos los seres que respiran efectúan. Se procede de la siguiente manera: Al inhalar, repita mentalmente, alargándolo, HAM. Al exhalar, repita mentalmente, alargándolo, SA Siga con mucha atención el proceso de inhalación y de exhala­ción, pero enfatice su atención al máximo en tratar de captar el mo­mento en el que HAM (inhalación) se funde con SA (exhalación) y en el instante en que SA (exhalación) se funde con HAM (inhala­ción). Esa fracción de segundo debe ser captada con plena atención. Paulatinamente, la recitación del mantra se hará más sutil, llegan­do un momento en que no es necesario recitar directamente el HAM SA, sino que él se recita y se hace escuchar. Interiorícese tan­to como pueda.

OM NAMAH SHlVAIA

Es el mantra para invocar evocar convocar a la propia naturaleza real, aquella que es como un espacio abierto y transpersonal más allá de toda actitud egocéntrica o autorreferencial. Es el mantra más repetido en la India desde la noche de los tiempos e invoca el poder nuclear o naturaleza de iluminación —el maestro— existente en todo ser humano. Al recitarlo, hay que interiorizarse tanto como sea posible, viajar al fondo de la mente, situarse en la raíz del pen­samiento. Se puede asociar o no a la respiración, según se prefiera. Si se asocia a la respiración, se recita una vez con cada inhalación y una vez con cada exhalación.

Con los mantras expuestos es posible trabajar muy bien en la meditación pues son palabras místicas (cargadas de energía, ya arquetípicas), pero la persona que quiera bucear y explorar en otros mantras puede recurrir, como ya he indicado, a mi obra Los yogas esotéricos, donde también se exponen los denominadas bija mantras o simientes de los mantras, así como mantras a la energía divina y Shakti y otros mantras de poder, tanto hindúes como tibetanos.


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