sábado, 11 de julio de 2015

La sincronicidad en la naturaleza

Los ejemplos de sincronicidad en la naturaleza son tan frecuentes que los consideramos normales.

Sin embargo, si afinamos la mirada para que observe lo que parece casi imposible, el concepto de sincronicidad comenzará a cobrar sentido. Por ejemplo, mira hacia el cielo en un día de verano y espera a que aparezca una parvada. Al igual que los peces del cardumen que mencioné antes, todas las aves vuelan en formación; cuando cambian de dirección, todas ejecutan los mismos movimientos sincrónicamente. 

Una parvada puede constar de cientos de individuos y, sin embargo, cada uno se mueve en armonía con todos los demás sin que haya un líder. Cambian de dirección en un instante; todas las aves modifican su curso, exactamente en el mismo momento, y lo hacen a la perfección.

Jamás vemos que choquen entre sí en pleno vuelo. Se elevan, giran y descienden de tal manera que parecen un organismo, como si estuvieran recibiendo instrucciones y todos obedecieran al instante. ¿Cómo es posible? No hay tiempo suficiente para ningún intercambio de información, por lo que cualquier correlación de actividad . entre las aves debe ocurrir de manera no circunscrita.

Los físicos han trabajado durante años para descubrir las propiedades que guían los movimientos de las aves, pero hasta ahora han fracasada La complejidad y precisión absoluta del comportamiento de estos animales, invariablemente los deja boquiabiertos. Los ingenieros han estudiado los movimientos de las aves, con la intención de descubrir principios que puedan solucionar los embotellamientos.

Si pudieran utilizar el mecanismo sensorial de las aves y crear a partir de éste pautas para el diseño de carreteras o automóviles, tal vez no volvería a haber accidentes de tránsito. Sabríamos con anticipación qué van a hacer todos los demás autos que están en el camino, en todo momento. Sin embargo, este proyecto nunca tendrá éxito, pues no se puede trasladar al mundo mecánico.

La comunicación instantánea que vemos comúnmente en parvadas y cardúmenes proviene
del nivel espiritual, de la inteligencia no circunscrita y organizadora que reside en el ámbito virtual. El resultado es la sincronicidad: seres totalmente sintonizados con el entorno y con todos los demás, bailando al ritmo del cosmos.

Aunque las aves y los peces ofrecen el ejemplo más asombroso de sincronicidad en la naturaleza, existen tantos ejemplos como criaturas. Todas las criaturas sociales muestran indicios de comunicación no circunscrita, y estudios exhaustivos con insectos y animales gregarios muestran que sus respuestas a las amenazas son inmediatas, más rápidas de lo que cabría esperar de métodos de comunicación normales.
El científico Rupert Sheldrake ha realizado fascinantes estudios de lo que parecen ser casos de comunicación no circunscrita, entre los perros y sus dueños. Las personas y estos animales pueden establecer vínculos estrechos, y Sheldrake ha documentado casos en los que los perros parecen saber cuándo sus dueños están por llegar a casa. 

Desde diez minutos a dos horas antes de que llegue su dueño, el perro se sienta frente a la puerta principal y espera como si anticipara el regreso de su dueño. Los escépticos han dicho que todo esto se explica por los hábitos; que el dueño llega todos los días a la misma hora y que el animal puede escucharlo u olerlo a kilómetros de distancia. 

Sin embargo, estos animales pueden predecir la llegada de sus dueños aun cuando lleguen
a horas inesperadas, en autos distintos, a pie o incluso si el viento sopla en dirección contraría impidiendo que su olor llegue a la casa.

Esto no ocurre con todos los perros ni con todos los dueños,, pero cuando ocurre es un fenómeno poderoso. Hay algo más sorprendente: Sheldrake ha demostrado que los perros pueden percibir las intenciones. Supongamos que el dueño está en París tomando unas vacaciones de dos semanas, y que el perro está en su casa, en Londres. Si el dueño cambia los planes de repente y decide regresar una semana antes, el perro muestra las mismas señales de anticipación una semana antes. 

Tan pronto como el dueño piensa: «Es hora de ir a casa», el perro se levanta de dondequiera que haya estado durmiendo y se sienta frente a la puerta meneando la cola a esperar la llegada de su dueño. Para asegurarse que estas observaciones no sólo eran ilusiones de los dueños, los estudios verificaron las reacciones de perros específicos ante las intenciones de sus dueños de regresar a casa. Se colocaron cámaras en los lugares de la casa en los que era probable que estuviera el perro: su cama, la puerta principal, la cocina.

El dueño partía sin saber adonde iba ni cuándo regresaría; eso lo determinaban los investigadores. Hasta que subía a su auto no recibía instrucciones sobre adonde dirigirse. Luego, en momentos seleccionados al azar, un investigador enviaba al dueño una señal para indicarle que volviera. Se anotaba la hora y se verificaba la reacción del perro en las cintas de video. Cuando él dueño emprendía el regreso, el perro iba a la puerta y esperaba la llegada sin importar dónde estaba aquél, qué hora era ni cuánto tiempo tardaría en llegar a casa.

No hay duda de que algunas personas tienen una conexión muy fuerte con sus perros; están correlacionadas con sus animales. Están sincronizadas. A través de este vínculo, el dueño y el perro experimentan la comunicación no circunscrita. Es sencillo encontrar ejemplos de sincronicidad en el reino animal porque los animales están en contacto con la naturaleza esencial de las cosas. 

Los humanos perdemos este sentido de conexión en un fárrago de preocupaciones por el pago de la renta, la elección del auto que compraremos o cualquier otra distracción. Tan pronto como desarrollamos un ego, un sentido del yo separado de todos los demás, estas conexiones se oscurecen.

Sin embargo, muchas personas experimentan la sincronicidad y no necesariamente practican la meditación. Todos hemos escuchado historias de gemelos idénticos que pueden sintonizarse con facilidad con lo que el otro está sintiendo o pensando. Esta misma clase de conexión puede verse en otros individuos fuertemente vinculados. Una vez estaba hablando con un paciente cuando, de súbito, sintió un dolor penetrante en el abdomen y empezó a revolcarse en el piso. Cuando le pregunté qué había pasado, me contestó: «Sentí como si alguien me hubiera apuñalado aquí». Más tarde supimos que en aquel preciso instante, su madre, que estaba en Filadelfía, había sido asaltada y apuñalada en el abdomen.

El hombre tenía una fuerte conexión con ella; simple y sencillamente era la relación más importante de su vida. Estaban tan sintonizados que, en cierto nivel, su mentalidad era una.
Podríamos decir que estaban inmersos. «Inmersión» es un sinónimo de correlación o sincronización; los científicos lo utilizan frecuentemente para describir algo que está contenido en otra sustancia o fuerza. Por ejemplo, unas partículas pueden estar sumergidas en un líquido y fluir en él. La palabra ayuda a describir cómo las cosas se correlacionan entre sí.

Recuerda: la sincronicidad sólo ocurre cuando las personas, los animales o los objetos tienen una relación estrecha, cuando están inmersos. Por ejemplo, algunos investigadores han estudiado tribus africanas en las que las madres guardan una relación muy cercana con sus hijos. Esta relación surge durante la gestación. En el momento de la concepción la madre elige un nombre y le compone una canción que canta durante todo el embarazo. 

Cuando da a luz, todos los vecinos acuden y la cantan. También lo hacen en las fechas importantes: en su cumpleaños, cuando pasa de ser bebé a niño, durante los rituales de pubertad, cuando se compromete y en su boda. La canción se convierte en el sostén del vínculo original entre madre e hijo; incluso, se prolonga más allá de la muerte cuando se canta en el funeral de la persona. Ésta es la manera en que el hijo es sumergido en el mundo de la madre y de la tribu. Esto forma una conexión tan íntima que si el bebé está entre los arbustos y la madre en el campo, y el primero siente alguna incomodidad, la madre resentirá lo mismo en su cuerpo y en el mismo instante, tal como lo que ocurrió con mi paciente.

Los practicantes de meditación de los que hablé en el capítulo anterior, se conocían y agradaban antes del experimento, pero la meditación hizo que se sintieran aún más inmersos. Uno puede estar conectado socialmente, ser marido y mujer, hermano o hermana, pero para que ocurra la comunicación no circunscrita debe haber una conexión más profunda. Visto de este modo parece terriblemente difícil establecer esta clase de conexión, pero en realidad, todos estamos constantemente en contacto con la inteligencia no circunscrita. El simple hecho de que nuestros cuerpos existan, se debe a la comunicación no circunscrita.

¿Cómo es que algo tan real y sólido como nuestros cuerpos depende de la comunicación no circunscrita? Toma en cuenta que el cuerpo humano está formado por, aproximadamente, cien mil billones de células, unas mil células por cada estrella de la Vía Láctea. Sólo son necesarias  duplicaciones a partir del óvulo fertilizado unicelular para producir esos cien mil billones de células. La primera duplicación produce dos células; la segunda, cuatro; la tercera, dieciséis; y así continúa. Para la quincuagésima duplicación, cuentas con cien mil billones de células en tu cuerpo y se detiene la duplicación.

Todas las células del cuerpo parten de una sola. Ésta se duplica y se duplica, y en algún momento las células experimentan un proceso de diferenciación. El cuerpo humano tiene unos 250 tipos diferentes de ellas, desde la célula adiposa, simple y esférica, hasta la nerviosa, fina y ramificada. Los científicos aún no tienen idea de cómo es que una sola célula termina dividiéndose en tantos tipos diferentes de células, capaces de organizarse para formar d estómago, el cerebro» la piel, los dientes y todas las demás partes altamente especializadas del cuerpo.

Además de cumplir su tarea específica en el cuerpo, cada célula realiza millones de cosas
cada segundo, sólo para mantenerse en funcionamiento: elaborar proteínas, ajustar la permeabilidad de su membrana y procesar nutrientes, por nombrar algunas. Asimismo, cada una debe saber exactamente qué están haciendo todas las demás, pues de otro modo nos desmoronaríamos. El cuerpo humano sólo puede funcionar si opera sincrónicamente y esto ocurre a través de la correlación no circunscrita. ¿De qué otro modo podrían 100 trillones de células —cada una haciendo millones de cosas cada segundo— coordinar actividades para sostener a un ser humano viviente? ¿De qué otra manera podría un cuerpo humano generar pensamientos, eliminar toxinas, sonreír a un bebé —o incluso hacer un bebé—, todo al mismo tiempo?

Si quiero mover los dedos de mis pies, primero necesito el pensamiento de que deseo hacerlo. Éste activa mi corteza cerebral, la cual envía un impulso nervioso a mis piernas a través de la espina dorsal y mueve mis dedos. Esto es milagroso. ¿De dónde salió el pensamiento? Antes de éste no había energía, pero tan pronto como tuve el pensamiento y la intención de mover los dedos, en mi cerebro se generó una tormenta electromagnética controlada que se transmitió a través del nervio y que lo hizo segregar cierta sustancia química. Entonces mis dedos se movieron. 

Ése es un fenómeno muy lineal, mecánico y fecal, excepto por esa primera parte, el pensamiento que originó todo: ¿Cómo generó el cerebro la electricidad? Los científicos entienden los mecanismos del cuerpo: potencial de acción, neurotransmisores, contracciones musculares y todo eso, pero ninguno puede demostrar a través de la experimentación de dónde proviene el pensamiento. El pensamiento no puede verse, pero sin él estaríamos paralizados. Si no hay pensamiento no hay movimiento. De alguna manera nuestra conciencia se convierte en información y energía. ¿Dónde ocurre esto? La respuesta es que el pensamiento se origina en el ámbito virtual.

Nuestro cuerpo actúa de manera sincrónica todo el tiempo. Cuando hay alguna perturbación, por pequeña que sea, éste reacciona en su totalidad. Por ejemplo, supón que no has Comido en todo el día, por lo que tu nivel de azúcar en la sangre empieza a disminuir. Al instante se pone en acción toda una serie de sucesos sincrónicos para elevarlo. El páncreas secreta una hormona llamada glucagón que convierte en glucosa el azúcar almacenada en el hígado, y ésta queda inmediatamente disponible como energía; las células adiposas liberan en él torrente sanguíneo ácidos grasos y glucosa; el sistema nervioso estimula los músculos vinculados al esqueleto para que cedan sus reservas de glucosa. Todo esto ocurre al mismo tiempo. 

Los niveles de insulina descienden y la frecuencia Cardiaca se incrementa para activar la energía. El cuerpo realiza cerca de un millón de tareas para recuperar el nivel normal de azúcar, y ésa es sólo una de las funciones que ocurren simultáneamente. Nada de esto podría ocurrir sin una comunicación no circunscrita, sin que la información se correlacionara a una velocidad mayor a la de la luz, fuera de los limites de la física común. Se ha dicho que está comunicación no circunscrita se establece por la resonancia de la actividad eléctrica del corazón. El corazón tiene un marcapasos que lo mantiene latiendo aproximadamente 72 veces por minuto. Este marcapasos emite una señal eléctrica que provoca la contracción mecánica del corazón. Siempre que hay una corriente eléctrica existe un campo electromagnético que la rodea —los campos electromagnéticos son básicamente fotones que se comportan de determinada manera—. 

Así pues, el corazón emite, con cada latido, su energía electromagnética al resto del cuerpo. Incluso lo emite fuera del cuerpo (si lo amplificáramos, otras personas podrían recibir las señales). La energía se transmite por todo el cuerpo. De este modo, el corazón es el oscilador principal del cuerpo, dueño de un campo electromagnético propio. El corazón genera un campo de resonancia que provoca que cada célula del cuerpo esté inmersa con las demás, por lo que todas están sintonizadas sincrónicamente.

Las células que están dentro del mismo campo de resonancia bailan al mismo son. Las investigaciones muestran que cuando pensamos creativamente, nos sentimos tranquilos o estamos enamorados, estas emociones generan un campo electromagnético coherente que se transmite al resto del cuerpo. También crean un campo de resonancia en el que cada célula del cuerpo se acopla a las demás. Cada una sabe qué están haciendo las demás porque en realidad todas hacen lo mismo, aunque expresen eficientemente sus funciones específicas: las células estomacales elaboran ácido clorhídrico, las células inmunológicas generan anticuerpos, las células pancreáticas producen insulina, etcétera.

En un cuerpo saludable, esta sincronicidad manifiesta una regulación perfecta. Las personas saludables están firmemente atrapadas en estos ritmos. Cuando hay una enfermedad es porque uno de ellos se perturbó. El estrés es lo que produce más trastornos. Si estamos estresados o nos sentimos hostiles, perdemos el equilibrio del cuerpo. El estrés interrumpe la conexión no circunscrita con todo lo demás. Cuando experimentamos un malestar (mal-estar) es porque alguna parte de nuestro cuerpo está empezando a constreñirse, porque se está saliendo del campo de inteligencia no circunscrita.

Hay muchas emociones que pueden perturbar el campo electromagnético del corazón, pero
las que se han documentado con más precisión son la ira y la hostilidad. Una vez que se interrumpe la sincronización, el cuerpo actúa de manera desintegrada. El sistema inmunológico se inhibe, y esto acarrea problemas como mayor susceptibilidad al cáncer, las infecciones y el envejecimiento acelerado. Este efecto es tan marcado que los animales pueden percibirlo. Un perro ladrará y actuará con fiereza en presencia de una persona que alberga hostilidad. A dondequiera que vayamos, transmitimos lo que somos en este nivel íntimo.

Pero nuestra conexión con la inteligencia no circunscrita no termina en los límites corporales. Al igual que el cuerpo, el Universo mantiene un equilibrio que manifiesta a través de ritmos o ciclos. Mientras viaja alrededor del Sol, la Tierra crea los ritmos estacionales. El invierno se convierte en primavera, las aves migran, los peces buscan sus sitios de desove, las plantas florecen, los árboles echan brotes, los ñutos maduran, las aves empollan. Ese simple cambio en la naturaleza, esa ligera inclinación del planeta, inicia una cascada de acontecimientos no circunscritos.

Toda la naturaleza actúa como un solo organismo. Incluso las personas se sienten diferentes en cada estación; algunas tienden a deprimirse en invierno y a enamorarse en primavera. Desde el punto de vista bioquímico, ciertos cambios corporales corresponden al movimiento del planeta. Toda la naturaleza es una sinfonía y formamos parte de ella. Conforme la Tierra gira sobre su eje, nos da los ritmos circadianos. Las criaturas nocturnas despiertan en la noche y duermen durante el día. Las aves buscan alimentos en horas específicas del día, llamadas horas de aves. Nuestros cuerpos también están sincronizados con los ritmos diurnos.

Yo paso la mayor parte del tiempo en California, y sin un esfuerzo consciente de mi parte, mi cuerpose adapta al ritmo californiano de acuerdo con mi zona horaria. Mi cuerpo empieza a anticipar el amanecer, lo que me permite despertar aproximadamente a la misma hora todos los días, y se desacelera en la noche, lo que me ayuda a prepararme para dormir. Durante el sueño, el cuerpo permanece activo; nos lleva a través de varias etapas de sueño y modifica las ondas cerebrales. Las hormonas que controlan y regulan las distintas funciones del cuerpo siguen produciéndose y secretando, pero en cantidades diferentes a las de la vigilia. Cada célula continúa con su millón de actividades distintas mientras la totalidad del cuerpo desarrolla su ciclo nocturno.

En la Tierra sentimos los efectos del sol en el ritmo diurno y los de la Luna en el nocturno,
conforme crece y disminuye el movimiento del satélite. Los ciclos lunares se manifiestan en nuestro cuerpo, lo que nos correlaciona al instante con los movimientos planetarios. El ciclo menstrual de 28 días de las mujeres está influido por la Luna, y hay otros ritmos mensuales más sutiles que afectan el estado de ánimo y la productividad de las personas. Los efectos gravitacionales del Sol y la Luna sobre la Tierra provocan las mareas, las cuales también inciden en nuestros cuerpos. Después de todo, hace millones de años también fuimos habitantes del océano. Cuando nos deslizamos hacia la orilla trajimos algo de él.

Nuestro cuerpo tiene en ochenta por ciento la misma composición química que el océano, y
sigue influido por la fuerza de las mareas. Todos estos ritmos, diurnos, lunares y estacionales están sincronizados entre sí. Hay ritmos que están dentro de otros, y estos a su vez están dentro de otros.

Todos estos toques de tambor resuenan alrededor y dentro de nosotros. No somos ajenos al proceso; somos parte de él, palpitamos con el latido del Universo. La inteligencia no circunscrita está dentro y alrededor de nosotros. Es espíritu, el potencial a partir del cual surge todo. Es la base de nuestro ser; carece de dimensiones, volumen, energía y masa, y no ocupa espacio. Tampoco existe en el tiempo.

Todas las experiencias son proyecciones localizadas de esta realidad no circunscrita, la cual es un potencial singular, única Aquí todo es uno e inseparable. En este nivel más profundo de realidad eres esta inteligencia no circunscrita, un ser universal que se observa a través de un sistema nervioso humano. Así como el prisma divide un rayo de luz en los colores del espectro, la inteligencia no circunscrita, al observarse a sí misma, separa una realidad única en una multitud de apariencias.

Piensa que el Universo es un organismo único y enorme. Su vastedad es una realidad de la
percepción. Aunque veas un gran estadio de fútbol con miles de personas dentro, el fenómeno real es un pequeño impulso eléctrico de tu cerebro que tú, el ser no circunscrito, interpretas como juego de fútbol. El Yoga Vasishta, un antiguo texto védico, afirma: «El mundo es como una gran ciudad reflejada en un espejo». Del mismo modo, el Universo es un enorme reflejo de ti en tu conciencia. Es, en pocas palabras, el alma de todas las cosas.


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