Las enseñanzas que presento al
lector en este apéndice son las que nos han ofrecido a lo largo de la historia
de la humanidad aquellos que escalaron la cima de la conciencia y obtuvieron la
liberación total. Se han perpetuado desde la noche de los siglos y han sido
custodiadas en toda época y latitud. La esencia es la misma; varían los
conceptos y las interpretaciones. A aquel que se ha esforzado por hallar su
naturaleza real y conquistarse se le ha denominado guerrero espiritual. Los
primeros grandes guerreros espirituales, hace más de cinco mil años, fueron los
yoguis que se lanzaron a la búsqueda interna, abocándose a la difícil pero
prometedora empresa de la autoconquista y el autoconocimiento. Los buscadores
de todo el mundo son los que mantienen viva la corriente de energía despierta y
velan por la sabiduría perenne. Estas enseñanzas, que he dispuesto a modo de
aforismos, son inspiradoras y cada uno las asume libremente a la luz de su
entendimiento, sin ningún sentido coercitivo. Son un «instrumento», del mismo
modo que el código de conducta interior expuesto en un apéndice de mi obra Ante
la ansiedad. Un «instrumento» para «recordar» que uno ha decidido seguir la
vía del crecimiento interior, el autoconocimiento y la autoconquista y que tal
exige una actitud interior positiva y un talante firme para no desfallecer en
el caminar por la senda de la evolución consciente. Estas instrucciones
inspiradoras estimulan el sentimiento de búsqueda y apuntan hacia la plenitud
interior.
• La conquista sobre uno mismo
y la consecuencia de la libertad interna es el propósito esencial del guerrero
espiritual. Le proporciona así un especial significado a la existencia, que
comienza a contar y tener su propio peso específico de segundo en segundo, de
momento en momento.
• Pata alcanzar la
"libertad interior y completar la conquista de uno mismo y la evolución
consciente, el guerrero espiritual instrumentaliza toda actividad,
circunstancia y situación para crecer, elevar la conciencia, desarrollar la
comprensión lúcida y disponerse para ser tocado por la Sabiduría. Así da la
bienvenida a todo lo que se presenta en su camino existencial, por doloroso
que resulte. Nada en sí mismo es un obstáculo si se convierte en soporte de
realización.
• Cultiva su temple. Es a la
vez recio y manso, controlado y fluido. No descuida la actitud de coraje,
enfrentando los miedos y temores. Aprecia la destreza y bruñe su carácter de
guerrero con la meditación, la verdadera motivación y la apertura a la comen fe
de energía despierta. Aprende a navegar en el nivel de lo cotidiano y en el de
lo supracotidiano.
• Desconfía del ocio y no se
entrega a la indolencia. Está presto. Se adiestra. Siempre preparado para la
autoconquista. Pero jamás es rígido ni compulsivo. Jamás es más indulgente
consigo mismo que con los otros. Él es su propio desafío y su propio reto. La
apatía no tiene hueco en su ánimo. No cede a los achaques de la negligencia.
Preserva el filo del discernimiento y sabe que la Sabiduría se gana y no se
adquiere gratuitamente. Así no deja que su voluntad se agriete.
• Si algo valora, por encima
de todo, el guerrero espiritual es la paz interior. Nada es superior a un
destello de autentica paz. Nada es comparable. Pero esa paz es el resultado de
una lucha sin tregua contra su propio ego. Se gana con dolor y con tesón. Es el
oasis al final del desierto. No es el patrimonio de los débiles, y por eso aun
en su propia debilidad encuentra fortaleza. No se permite su debilidad como
pretexto, sino que de la debilidad extrae la fuerza para continuar caminando.
Se obtiene ventaja incluso de lo más desventajoso.
• El ánimo siempre vivo. El
ánimo renovado. Aunque las heridas sean profundas y largas como un río, el
ánimo inquebrantable. Tal es el ánimo del guerrero. Del fracaso se hace una
enseñanza: de la derrota, una victoria; de la pérdida, una lección de ecuanimidad.
Un ánimo vital, pero sosegado. Un ánimo que previene contra las vacilaciones
inútiles y que permite encarar las circunstancias adversas de la existencia
sin ansiedad. Un ánimo que se mantiene incluso ante la muerte y que permite
reconciliarse con ella con elegancia y lucidez. Ése es el ánimo que permite
superar la angustia que atenaza a todo ser humano ante las situaciones
especialmente difíciles. El guerrero espiritual procede como si esa angustia no
se presentase... aunque se presente.
• La conquista de uno mismo es
la más elevada y la más noble. Así lo sabe el guerrero, y así se sirve de todos
sus recursos para irla haciendo posible. Invoca a la Energía haciendo uso de
todas sus potencias. Así que el guerrero se abandona, pero no se abandona. Del
mismo modo que espera sin esperar. De igual forma que cree en todo sin creer en
nada. Es una paradoja viviente, porque la vida es en sí misma la gran paradoja
por la que peregrina. Asume, pero no desfallece. Se emplea a fondo cuando es
necesario; se retira a su intimidad abismal cuando las circunstancias lo
requieren. A veces es asaltado por la inmensa soledad propia de todo guerrero.
Pero ésa es la batalla que mejor sabe librar. Soledad sí, pero no desvalimiento.
Hay un sabor de plenitud e infinitud en la desenfrenada soledad del ser
humano. El guerrero se alimenta con ese sabor.
• El guerrero es un explorador
de toda posibilidad, de toda experiencia, de todo itinerario. Su curiosidad es
muy viva, aunque no compulsiva. Todo lo mira, de todo aprende, a todo le saca la
inspiración. De ahí que nunca haya lugar para el aburrimiento; mucho menos
para la timidez o el ánimo timorato. En su explorar consume mucha energía,
pero debe aprender a renovarla. Sabe acumular energías y hacer uso de todos sus
recursos. Cuando se siente débil se conecta con la Fuente Primordial. De ella
toma su fuerza, su coraje sereno, su intrepidez para penetrar en universos
vedados para el ser humano común. El es instrumento de esa Fuente Primordial.
Es humilde pensando que sólo es una mota en los vastos universos. Pero se
tonifica sintiendo que esa mota forma parte de la unidad de la Fuente
Primordial. Sabiéndose el instrumento de un poder más alto, no se identifica
con la acción ni mucho menos con los resultados de la misma. Pero procede con
destreza y hace lo mejor que puede en cualquier momento. Hace sin hacer,
participa sin participar. No se entrega a desconcertantes aprensiones; no se
deja desbordar por la inquietud. No se lamenta, no se autocompadece. No abre
los portones de la duda por la duda. Confía en su energía de criatura viviente.
Si sus fuerzas están a punto de agotarse, se refugia en la cueva del corazón y
escucha la voz de la Amada (Energía Cósmica) que le infunde nuevos ánimos.
Recupera así el espíritu del guerrero, que es su mayor tesoro, su más
espléndida riqueza.
• El guerrero espiritual toma
la vida como un maestro. Se acepta en principio como es, y desde la aceptación
comienza su sendero de autodesarrollo, no al margen de la vida, sino en roce
continuo con la vida. Jamás acepta la injusticia, cultiva el sentido de
servicio y cooperación, hace la paz interior para compartirla, permanece en
conexión con la más íntima realidad de iluminación y al tener que enfrentar
situaciones ordinarias de la vida, lo hace desde la simplicidad que permite
aprender. No gusta del artificio ni de la presuntuosidad. Refina sus
relaciones con los otros y consigo mismo y apela a la bondad que reside dentro
de sí mismo y de los demás. Habla de corazón a corazón, y sabe que tiene en
común con todos los seres sentientes del mundo la Sabiduría que surge de la
Fuente Primordial, de lo Incondicionado e Inefable. Es el Conocimiento que
guía al guerrero espiritual y que está en simiente en todos los seres.
• El guerrero espiritual
aprecia su cuerpo, lo atiende, lo dispone, lo prepara. Sin apego, sin
obsesión. También cuida su mente, la cultiva con esmero. Impone una dignidad a
su carácter y examina
su conducta. Mediante la
meditación recobra su armonía básica. La postura meditacional es símbolo del
talante del guerrero. Desde la tierra en la que se apoya quiere proyectarse
hacia la Totalidad. La meditación le permite potenciar su elemento vigílico,
poner orden en su mente, abrir su corazón, sincronizar todas sus energías.
Todos los guerreros espirituales se sirven de la meditación, pero cada uno a su
manera.
• La intrepidez del guerrero
espiritual consiste en abrirse, no en parapetarse, ni mucho menos
atrincherarse. Asume el riesgo y espera lo que ocurre, sin dejarse dominar por
las frustraciones del pasado o las expectativas del futuro. Procede con
precisión según las circunstancias lo requieren. Es a la vez recio y manso.
Vigila su pensamiento y su conducta. Aprecia en grado sumo la relación humana.
Sabe que no hay peor enemigo que un ego que se desborda, y que nada debilita
tanto como la infatuación y la autoimportancia. Utiliza el discernimiento para
abrirse camino aun en la confusión; apela al entendimiento que le proporciona
la Enseñanza para arrojar luz a través de la ofuscación. No ahoga jamás sus
pasiones; las reorienta. Aprovecha todo momento para estimular el proceso de
autoconocimiento.
• No crea resistencias, está.
De nada sirve parchear y perderse en componendas: se enfrenta y asume el riesgo
de rodar por el campo de batalla. Pero sin resistencias, los sucesos tal como
son y sin ser distorsionados por la alucinación del pensamiento desordenado. El
guerrero se adiestra viendo las cosas como son, para extraerles toda su
sabiduría. No deja que su psicología se superponga a los acontecimientos y los
falsee. Por eso no gusta de escapismos, subterfugios, autoengaños. No es
negando el mundo fenoménico como éste se supera, sino penetrándolo con la
atención muy despierta y ecuánime.
• No hay peor bruma que el
autoengaño. El autoengaño adquiere caracteres de mayor gravedad en la senda
del guerrero, porque no hay que imaginar que se está caminando si no se está
avanzando ni una sola pulgada. La honestidad es el antídoto del autoengaño. Un
guerrero espiritual puede dejar de ser todo menos honesto. Mejor es apartarse
de la Enseñanza que estar en la Enseñanza sin comprometerse rigurosamente con
ella. El guerrero espiritual desarrolla un gran sentido del humor, pero no
juega con la Enseñanza.
• El guerrero espiritual se
mira a sí mismo sin subterfugios. Es doloroso ponerse al descubierto, examinar
las propias mezquindades, miedos, actitudes egocéntricas, tendencias
neuróticas. Abre su psiquis en canal ante sí mismo. Se desgarra ante la propia
visión de su interioridad y ahí halla toda su fuerza para emerger hacia una
dimensión de veracidad. Se encara a todos sus fantasmas internos. No alivia ni
amortigua sus miedos. Los instrumentaliza. Pone fin a las componendas. No se
refugia en su torre de marfil psicológica, sino que emerge rompiendo las
corazas que lo aprisionan y ahogan. Mira su mente, sus surcos repetitivos de
conciencia, sus infinitos hábitos autoprotectores, su impresionante urdimbre
de autoengaños sutilmente tejidos. Reconoce su enrarecida atmósfera interna de
miedos, resquemores, ansiedades, pretensiones falaces y egoísmos. Porque es un
guerrero se enfrenta con sus deficiencias, no desfallece, no se conforma.
Contempla la necesidad de cambiar y comienza a modificarse. Ésa es su
contienda. Conquistar el mundo no es nada al lado de lo que representa la
conquista de uno mismo. Recurre al poder de la mente y al del corazón. Aprende
a pensar y dejar de pensar; a amar y ser compasivo. Recurre a su intuición de
buscador.
• El guerrero espiritual
alterna en sí mismo sensibilidad y coraje. Con sensibilidad vive todas las
situaciones; con coraje supera las circunstancias adversas. Porque es un
observador diligente, aprende de cualquier circunstancia. Porque no se permite
mantener su mente embotada, sabe en todo momento cuál es su meta y con qué medios
cuenta para caminar hacia ella. Porque mantiene muy viva la motivación de
libertad interior, supera las fascinaciones de la vida cotidiana, acopia
fuerzas y sigue caminando hacia la Realización.
• El guerrero espiritual trata
de mantener su mente limpia. Nada de dogmas, ni ideologías ni obsesiones. Todo
ello le roba su brillo, su fuerza, su talante. Nada de prejuicios ni
adoctrinamientos. Todo ello le roba su frescura, su destreza. Confía en la
observación penetrante, más allá de filtros y acumulaciones. Sabe que el mejor
consejero es la armonía interior, y la mejor lámpara, la comprensión lúcida.
Se apoya en la disciplina y el esfuerzo no coercitivo ni compulsivo.
• El guerrero pone los medios
para ganar una dimensión de conciencia no contaminada por el apego y la
aversión. En esa dimensión de conciencia no hay angustia, y por tanto uno se
puede relacionar con la vida y con las otras criaturas desde la cordura que
proporciona la serenidad interior. Desde esta dimensión de conciencia, que no
se pierde en ensoñaciones ni obsesiones, es posible acoplarse a la situación
tal cual es y sacarle toda su inspiración y enseñanza. Cuando se procede así,
todo es un acto meditacional. Hay un mensaje a cada instante y sobreviene una
nueva espontaneidad que nada tiene que ver con el instinto ni la mecanicidad.
Hay una refrescante adaptabilidad. Se adentra uno con destreza en el laberinto
de lo mágico. No hay aferramiento; no hay resentimiento. Las cosas se viven con
frescura, sin desgarramiento interior. Se sufre, se goza, desde la ecuanimidad
y confiando en la propia energía y calidad de ser humano. Se es a pesar de
todos los condicionamientos; permanece uno conectado con su naturaleza real, a
pesar de todas las circunstancias. Cada situación adquiere relevancia, más allá
de la rutina y el aburrimiento.
• El guerrero espiritual
valora mucho la inteligencia pura, no los conceptos ni el pensamiento
ordinario. La inteligencia pura es el arte de ver con claridad, de comprender
con lucidez, de penetrar los fenómenos tal cual son. Esa inteligencia da por
resultado el verdadero amor, el comportamiento honesto, la óptima relación con
nosotros mismos y con los demás. Esa inteligencia permite que aflore una
disciplina espontánea y natural, una mansedumbre no fingida ni artificial, una
fluidez contagiosa y saludable. El guerrero espiritual se ejercita en
cualquier modo de meditación para estimularla. Esa inteligencia pone al
descubierto la realidad tal cual es y permite desplazarse hasta lo
incondicionado. Desmantela el ego, disuelve el apego, quema los falsos ropajes
y disfraces. Con esa inteligencia la mente no cree sus propias proyecciones, no
hay posibilidad de infatuación, se deja de confiar para siempre en la
agresividad o el afán de poder. Una inteligencia tal purifica; hace la actitud
amorosa, pone armonía y orden dentro de uno mismo.
• Cuando el guerrero se siente
o sabe solo, se conecta con el linaje de los guerreros espirituales, se siente
uno dentro del círculo interno de la humanidad, toma inspiración y fortaleza de
aquellos que despertaron y realizaron su heroicidad espiritual. Entonces el
guerrero recobra su valentía, su intrepidez, hasta su osadía. Los retrocesos
en la búsqueda sólo son aparentes. La consistencia es lo que cuenta. Toda la
energía que los otros consumen en la autoimportancia, la obsesión, la
competencia, el afán de aparentar y dominar, el apego y la aversión, toda esa
energía el guerrero la reorienta hacia la evolución consciente. Ese rico
caudal de energía interior permite la conexión con la energía de todos los
seres vivientes y así nunca se agota, sino que se renueva e intensifica.
Ampliando la conciencia con todo lo que está a su alcance, el guerrero descubre
la afabilidad, el sentido de una brizna de hierba, la plenitud de lo impersonal
y no referencial, la lucidez de la vigilia atenta y ecuánime, la sensación de
libertad de la apertura sin barreras, el sabor reconfortante de enfrentar los
hechos como son, sin subterfugios; el placer que proporciona le capacidad de
explorar todo lo mágico sin dejarse contaminar, empañar o seducir por los
fenómenos y sin perder la conexión con el ángulo de quietud y cordura.
• Aun los acontecimientos más
triviales le sirven al guerrero para retomar el hilo de la conciencia. Al
vaciarse de todo se llena de su propia realidad existencial. Al no tener la
compulsiva necesidad de demostrar nada, todo sucede por sí mismo. Controla y
fluye. Es de todos y de nadie demasiado. Está sin estar. Desarrolla una visión
plena, no fragmentada. Confiando en su intuición primordial no necesita
blindajes psíquicos. Muchas veces le asaltan los pensamientos neuróticos que
forman las milenarias memorias de todo ser humano, pero aprende a manejarse con
ellos. La meditación le capacita para no dejarse atrapar y encarcelar por las
imágenes mentales.
• Buena parte del sufrimiento
está en la mente. Así lo sabe el guerrero, y sabe que en la mente hay que
resolverlo. De tanto mirar al pasado y al futuro, el ser humano no se dispone
sagazmente para el presente. Habitando en la ofuscación e insatisfactoriedad de
la mente, no puede haber comunión ni con uno mismo ni con los demás. El
guerrero espiritual enfrenta su mente, se encara a lo conceptual, refrena la
compulsividad del pensamiento reactivo, aplica la ecuanimidad a sus viejos
impulsos, comprende que la mejor defensa es no alimentar neuróticas
autodefensas, se entrena en dinamitar los fundamentos del ego: identificación
con la forma, el nombre, la imagen idealizada y la autoestima, la infatuación,
los condicionamientos y adoctrinamientos, las reacciones y hábitos mentales, y
otros.
• El guerrero aprende a estar
en sí mismo, desde la serenidad. Si no aprendemos a estar con nosotros mismos,
¿adonde podremos ir que nos sintamos bien? El guerrero espiritual se desnuda
psicológicamente para ir más allá del fardo de su psicología. Sabe que no hay
proceso sin sufrimiento, pero no genera sufrimiento sobre el sufrimiento. No
cede a las fantasías, construcciones y coleccionismos del ego. Sabe que para
ser hay que no ser.
• Las dificultades son las
oportunidades de oro para el guerrero. Le estimulan a ser diestro, preciso,
superar los temores, confiar en su energía para relacionarse sabiamente con la
situación, apelar a su resistencia, paciencia y ecuanimidad. Las dificultades
le entonan, le robustecen, le evitan que el ánimo enmohezca, le brindan la
oportunidad para poner a prueba si realmente está evolucionando.
• La mente produce ofuscación
y confusión, como la humedad recrea el musgo. Por eso el guerrero espiritual
entra en su mente para en ella resolver la oscuridad y hacer la lucidez de la
conciencia. Según la condición de la mente, lo que a uno ata a otro lo libera.
La actitud de la mente es esencial. El guerrero la cuida como a una orquídea
única e irrepetible. Meditar es resolver los problemas de la mente y descubrir
toda la sutil estructura del ego para habitar más allá de sus reacciones y sus
paranoias. Es el ego el que persigue y huye. Es el ego el que se aferra a los
logros y se frustra; se sacia y se aburre. Pero cuando el guerrero se sitúa más
allá de su ego y aprende a estar, descubre la inmensidad sin orillas que todo
lo penetra.
• El guerrero alimenta un
sentido de profundo respeto por sí mismo y por los demás. No hay verdadero amor
sin respeto. Respetar es no dañar, no exigir, no obligar, no agredir, ni
siquiera en la forma más sutil. Respetar es no manipular, no ser ladino, no
servirse de artimañas ni subterfugios para explotar material o psicológicamente
a los otros. Respeta a una piedra, una flor, un riachuelo, una criatura
viviente. Su actitud de respeto exhala su fragancia incesantemente. Es por esa
inquebrantable actitud de respeto que el guerrero jamás se muestra arrogante ni
mezquino, ni se ampara en falaces remordimientos ni culpabilidades. Porque se
respeta, es responsable y no se lamenta sin sentido. Porque se respeta, se compromete
a modificarse y pone realmente los medios para la mutación interior. El
guerrero que no se respeta está al margen del arte de la guerra espiritual.
• El guerrero espiritual medita
en la muerte como inevitable, imprevista, definitiva e irreparable, porque así
potencia cada segundo de su vida y lo pone al servicio de la búsqueda. No hay
tiempo que perder. Inspirándose en el mensajero divino de la muerte, el
guerrero fortalece su propósito, pule su actitud, no busca consuelos inútiles
ni se deja seducir por los fenómenos, no se pierde en trivialidades, cultiva
una conducta adecuada, no enreda con mezquindades, no cultiva emociones
negativas, instrumentaliza todo para hallar el Conocimiento liberador, mejora
sus relaciones, no pierde su tiempo en recuerdos o fantasías mecánicas, está
siempre presto a la conquista de sí mismo, se crece ante la adversidad;
fomenta sin tregua la atención y estimula la conciencia. Sabe que cuando logre
morir a sus condicionamientos y a su ego, incluso el miedo a la muerte habrá
desaparecido.
• El guerrero espiritual
domina el arte del mirar inafectado. Manteniéndose en la energía del observador
desidentificado, es libre. Esa libertad es su ganancia, es su logro, es su
enjundia. En el
mirar inafectado, en el
atestiguar desidentificado, no hay conflicto no hay tensión. Sólo hay la
voluntad de ser. Esa energía del observador adquiere toda su potencia cuando
la mente aprende a silenciarse. Si cesa el charloteo de la mente y la atención
se intensifica hasta su límite, el guerrero alcanza con su visión más allá de
esas apariencias que a los otros detienen. En esa mente tan abismalmente
silenciosa, tan inmensamente atenta, brota una energía transpersonal que
acrecienta la conciencia y ensancha la comprensión. Lo inefable, lo
Incondicionado toma al guerrero. El fuego interior se despliega y quema las
impurezas de la mente, deflagrando los hábitos coagulados y permitiendo que
surja una explosión de comprensión que proporciona un giro a la mente y una
manera hasta entonces insospechada de ver.
• El guerrero espiritual
aprende a considerar, pero es indiferente a si le consideran o no. Como está
en el intento de superar la autoimportancia, la infatuación y las actitudes
egocéntricas, no se resiente ante juicios adversos, censuras, burlas o insultos
de los demás. No necesita insuflar su imagen idealizada. No necesita de
máscaras y camuflajes. Se adiestra en el amor consciente, el que pone los
medios para que los demás también completen su evolución y sean felices.
• El guerrero espiritual hace
su sendero de momento en momento. Es la suya la senda sin senda. Requiere
golpes de luz que le orienten, verdades para el esclarecimiento, claves para
desarrollar la conciencia. Sabe que el destino juega con él, pero que él también
puede llegar a jugar con el destino. Está preparado para que la muerte no le
tome por sorpresa. Eso quiere decir que si la muerte llega y él previamente ha
matado su ego, ¿qué podrá la muerte arrebatarle?
• Cultiva la paciencia porque nada espera que
no sea lo que ocurre y porque este momento, por el hecho de serlo ahora, es el
mejor para la realización) El guerrero cultiva la energía, porque sin ella toda
apertura es imposible y el miedo le hará mella una y otra vez. Cultiva la
confianza en la Enseñanza porque sin ella es como el amante que se extravía al
no disponer de su amada. Cultiva la ecuanimidad como la cualidad de cualidades,
como el equilibrista se entrena para no precipitarse a uno u otro lado. Se
asemeja al riachuelo que, sagaz, sabe hallar los puntos de menor resistencia
para seguir fluyendo hacia un cauce más generoso. Se parece a ese cielo que
sabe permanecer en sí mismo sin que las nubes consigan arrastrarlo. El
guerrero es como la montaña: firme, sólido y consciente, y como la nieve,
esponjoso y amable.
• Está el guerrero en continuo
aprendizaje, instrumentalizando lo cotidiano para su crecimiento interior,
familiarizándose con lo desconocido y asomándose a lo incognoscible. Busca el
signo más allá del signo. En el nivel de lo cotidiano usa la razón; en el nivel
de lo supramundano se sirve de la intuición mística. Aprende a cabalgar sobre
el tigre de la vida; enfrenta la muerte con lucidez y conciencia. Desconfía de
los sentidos; confía en la percepción pura, incondicionada. Da la bienvenida a
todo lo que le ayuda a templar el ánimo; a todo lo que le proporciona sobriedad
y ecuanimidad. Da la bienvenida a lo que le hace sentir humildad, a lo que lima
su vanidad. Cualquier momento lo considera oportuno para adiestrarse en la
superación de las interpretaciones personales y poder ver las cosas como son.
• Toda la energía que se
pierde en mezquindades, pequeñeces, preocupaciones y heridas narcisistas, el
guerrero debe aprovecharla para poder disponer de ella en el camino de la
autorrealización. No se ofende, no se irrita, no recoge los insultos de los
otros, pero es resistente en su no violencia, inquebrantable en su pasividad.
• Como el guerrero espiritual
sigue la senda sin senda y hace camino a cada paso, recompone su estrategia
espiritual siempre que su grado de evolución o las circunstancias lo requieran.
Sólo algo se mantiene fijo: su carácter de honestidad consigo mismo.
• El guerrero espiritual pone
los medios para poder emerger de la atmósfera de ilusión que hay en su mente
condicionada. Tiene que superar adoctrinamientos, patrones de conducta,
reacciones coaguladas, esquemas y condicionamientos, descripciones petrificadas.
• El guerrero gusta de ponerse
al borde del precipicio para que todos sus resortes de intrepidez le vengan a
la mano. No pierde jamás la conciencia, porque sabe que la negligencia es el
puente hacia la oscuridad. Si el desfallecimiento le asalta, recuerda su propósito.
Si la angustia le atrapa, en lugar de contraerse, pone su osamenta en manos de
la Energía Cósmica. Si el miedo le aborda, se establece en la energía del que
mira inafectadamente.
• Desarrolla a cada momento la
comprensión de su meta; la comprensión de los medios hábiles; la comprensión de
lo idóneo a hacer en cada momento y circunstancia. Se entrega, pero no se quema.
Se da, pero no se desertiza. Jamás cultiva relaciones de dependencia; se niega
a hacerle el juego a sus propias carencias psicológicas o a las carencias de
los demás. No pierde las oportunidades; no deja pasar la bandeja de la
providencia. Aprende a adaptarse. Sabe escuchar la sabiduría de su cuerpo, de
su mente y de su corazón. Vela por su bienestar físico y mental. No
desaprovecha sus energías. Cuenta con la atención bien dispuesta como el gran
rival contra el desequilibrio y el desorden.
• El guerrero aprende a
desestructurarse para volver a estructurar en el nivel que precisa. La
disolución no le espanta; sabe que es una fisura hacia lo Inmenso. Reconoce los
distintos niveles de percepción y sabe en cuáles debe confiar y en cuáles no.
Descubre que más importante que aprender es desaprender, que aún más importante
que ser es no ser. Se propone despertar del sueño psicológico. Es un guerrero
espiritual el que lo intenta y pone los medios para ello. Desconfía de las
leyes hechas por los hombres dormidos, de las reglas fabricadas por mentes
embotadas. Sabe que nada hay tan peligroso como el dogma y la creencia ciega.
Aprecia más que nada la ternura y sabe que lo mejor que se puede hacer por los
otros es amarlos conscientemente.
• El guerrero espiritual no
malgasta su tiempo en tratar de buscar una respuesta a los imponderables. Su
vida anterior o su vida posterior no cuentan cuando se está viviendo el momento
presente y proporcionándole un sentido de búsqueda. No cree en conceptos, sino
en vivencias que modifican la mente y la conducta. Sabe que la vida sin un
sentido es atroz. Que esa misma atrocidad es una bendición si se utiliza para
acrecentar la conciencia y recobrar la Sabiduría.
• Lo peor que puede hacer un
guerrero es traicionarse a sí mismo; traicionar su fortuna, su destino. Ha
escuchado la Enseñan/a, tiene medios para ponerla en acción y acrecentar la
conciencia, ha adquirido un compromiso. Si se traiciona, ¿que peor enemigo puede
haber para él que él mismo?
• El guerrero no alimenta
ilusiones. Sabe que en el espacio externo la mayoría de los acontecimientos y
eventos escapan a su control. Es por eso que apunta hacia la mente y es su
mente la que trata de cambiar. Es un alquimista de sus profundidades; es un
mago de su psiquis. Ante lo inevitable, no guerrea; asume. Lo que debe ser
modificado y puede modificarlo, lo hace. No cree en las palabras; mucho menos
en las promesas. Cree en la actitud y en los actos. Desde su ser inafectado
mira la vida como un sueño, un carnaval. Sortea los reflejos, mantiene la
clara conciencia en el juego deformante de imágenes de la mente condicionada.
Toma la vida por asalto. Cierra los oídos a los elogios y a las increpaciones.
Valora el esfuerzo personal cuando es el resultado de la impresión y de la
independencia. Embellece su mente con emociones positivas. No hace de su mente
un estercolero, ni un erial de su corazón. Limpia su hogar interior y lo abre a
los demás.
• No engaña, no falsea los
hechos, no se sirve de subterfugios y artimañas, no trata de presentarse mejor
de lo que es para ganar méritos. El es su propio juez, su propio testigo. Si
algo no debe ser un guerrero es ser mezquino. La mezquindad descalifica al
guerrero. Debe hallarle el gusto a la generosidad, pero su generosidad jamás
es debilidad. Nunca se presta a las manipulaciones, exigencias o reproches de
los otros.
• El guerrero es un peregrino
en la Vía Láctea hacia el Conocimiento. Su mayor inspiración es la libertad
interior, Camina codo con codo con todos los guerreros espirituales de la
tierra. La no violencia es su fuerza más poderosa. Cada momento de paz infinita
es su recompensa más elevada. Sabe que al nacer a esta vida murió a otra forma
de ser, y que al morir nacerá a otro modo de ser. Porque no tiene armadura y es
como el espacio abierto, se siente seguro; no hay dardo que pueda herirle.
Camina veloz, pero no se impacienta. No se agota, aunque se fatigue, porque
dispone de toda la energía de la corriente de conciencia despierta. Forma un
eslabón con la inmensa cadena de los guerreros del espíritu. Aboga por las
tolerancias y la indulgencia. No cree en las espadas ni en las lanzas, pero
confía en la bondad primordial de los seres humanos. Toda criatura viviente
habita en su corazón. Porque se sabe incompleto, aspira a la Plenitud.